Mr. Blake a sus órdenes: una película que depende casi exclusivamente de la química entre John Malkovich y Fanny Ardant

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Mr. Blake a sus órdenes (Complètement Cramé, Francia-Luxemburgo/2023). Dirección: Gilles Legardinier. Guion: Christel Henon, Gilles Legardinier. Fotografía: Stéphane Le Parc. Edición: Chrystel Alépée. Elenco: John Malkovich, Fanny Ardant, Émilie Dequenne, Philippe Bas. Duración: 110 minutos. Calificación: apta para todo público. Nuestra opinión: regular.

Dos grandes actores no necesariamente garantizan una buena película. Mr. Blake a sus órdenes cuenta con un par de leyendas -John Malkovich, Fanny Ardant-, pero la historia que cuenta es convencional, sobre todo en sus formas, y muy previsible. Era difícil escapar de esos problemas tratándose como se trata de la adaptación de un best seller (la novela en la que está basada la película vendió cerca de un millón de ejemplares en Francia).

Y lo cierto es que en su primera incursión en la dirección cinematográfica, Gilles Legardinier -escritor de oficio- apela a todos los lugares comunes que una película mainstream suele utilizar para manipular las emociones del espectador. El melancólico punto de partida ya anticipa lo que vendrá: un empresario británico que acaba de perder al amor de su vida decide viajar a la vieja villa francesa en la que conoció a esa mujer y, tras una pequeña confusión que le abre paso, se prueba como mayordomo en esa vieja mansión en la que ahora vive el personaje que interpreta Ardant. Una manera singular de reconectarse con un lugar íntimamente relacionado con sus días más felices.

El tipo de relación que se establece entre ellos podría remitir al de los protagonistas de un exitazo como Conduciendo a Miss Daisy, naturalmente en otro contexto y con distintas características. Pero hay muchos matices y cierta evolución del vínculo que remiten a ese tipo de amistades que oscilan entre la distancia prudente y la confianza que se gana con el paso del tiempo.

Mr. Blake a sus órdenes

La extraordinaria locación -el Château de Rochers-Sévigné, una imponente mansión gótica de la preciosa zona de la Bretaña francesa- le confiere el aire señorial y atildado que requiere la historia y de paso permite algunos planos de postal turística que el director no evita. No se trata justamente de una película que esquive las tentaciones más obvias.

Si bien hay un puñado de personajes secundarios con relativa incidencia en la trama -una singular ama de llaves que revela el talento para la comedia de Émilie Dequenne, el cocinero, el jardinero, la joven empleada doméstica-, el foco está puesto en la relación entre las dos estrellas. Y lo cierto es que la química entre ellos por momentos funciona.

Además de ser un actor con muchos recursos, Malkovich se entrega esta vez a un papel menos oscuro que los más habituales en su dilatada carrera. Y pronuncia el francés con la elegancia y la gracia que la situación demanda. Ardant, por su parte, sabe muy bien cómo provocar misterio e intriga. Son ellos dos los que mantienen a flote un relato que no confía nada en las sorpresas y sigue un esquema a rajatabla, el de la complacencia del feel good francés que dio grandes resultados en la taquilla en casos célebres como los de Amélie (2001) y Amigos intocables (2011).

“Blake es un buen hombre, un papel que hoy no se ve mucho en el cine”, ha declarado Malkovich cuando la película se estrenó en Europa el año pasado. “Mucha gente me pregunta por qué interpreto siempre a tipos malos -agregó-. Y es porque eso es casi lo único que hay. Eso, héroes y superhéroes”. Algo bastante cierto. En una época en la que el cinismo está de moda, además, un perfil así luce casi extravagante. Quizás sea ese uno de los valores más notorios de Mr. Blake a sus órdenes. A falta de originalidad, las buenas intenciones. Sobre todo en tiempos donde la crueldad y el pesimismo son moneda corriente.

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